El pasado miércoles recibimos un nuevo año, y lamentablemente en todo el Conurbano Bonaerense, la ignorancia, la desidia y la maldad de algunos que aún hoy hacen uso irresponsable de la pirotecnia o disparos de armas de fuego «para festejar», dejaron como resultado el triste saldo de numerosas mascotas extraviadas, heridos y peleas, entre otros efectos negativos.
Es sabido que la pirotecnia es un negocio jugoso para quienes, violando las normas, las venden. Aunque, poco a poco, se va tomando conciencia, aún persiste la idea errónea de «un mal menor o una travesura», que a la luz de los daños que ocasiona el ruido a gente mayor, autistas o mascotas, dista de serlo.
Durante navidad las noticias nacionales daban cuenta de un estado ausente en materia de prevención, cuando un vecino del Conurbano asesinó a otro, de un certero disparo de arma de fuego, en una reyerta por música fuerte.
No es necesario superar el nivel de los 120 decibeles de intensidad de ruido, para molestar a los vecinos, ocasionar daño psicológico o afectar la salud de la gente o animales, e infringir daño a personas y bienes.
El uso indebido de pirotecnia aún sigue siendo erróneamente considerado una «falta o contravención» pese a que estás conductas y consecuencias están expresamente punidas en varios artículos del código penal. Claramente todos los casos no son iguales.
En el caso de San Vicente, con la gestión del intendente Nicolás Mantegazza, se avanzó mucho en la sanción de este tipo de conductas a través del número 147 y en campañas de prevención.
Al margen de ello y a nivel municipal siempre es aconsejable profundizar, estas políticas municipales por ejemplo creando una dependencia que específicamente haga un seguimiento y tratamiento de las denuncias efectuadas por los vecinos, creando campañas educativas y aplicar severas multas y también adecuar la normativa vigente para hacerla más operativa.
Además de la pirotecnia las fiestas se prestan también para ciertos abusos con música a todo volumen, es otro problema a resolver.
Las ordenanzas no deberían tener recovecos, que todos los fines de años, posibiliten la realización de un recital a todo volumen al lado de un asilo de ancianos ubicado sobre la calle Lavalle, cuyo organizador es un club de la ciudad.
A nivel judicial se debería estudiar la aplicación de la Ley penal, generando nueva jurisprudencia por aplicación de la ley de protección animal, y el articulado penal, aunque lo más importante es el compromiso de todos, hacia un cambio cultural profundo, para lograr que las fiestas vuelvan a ser motivo de festejos y no un vale todo.