San Vicente | El intendente Nicolás Mantegazza realizó un sentido y merecido homenaje al cura Eduardo Maffía, quien se desempeñó como párroco en las parroquias San Antonio de Padua de Alejandro Korn y San Vicente Ferrer, desde 1967 hasta 1982, año en el que falleció en un accidente de tránsito en el partido de Lomas de Zamora. Instauraron su nombre en el bulevar central de la avenida Bolívar, frente a la parroquia sanvicentina.
El acto fue encabezado por el propio jefe comunal sanvicentino, acompañado por autoridades municipales, legislativas y educativas, más fuerza vivas del distrito, como los Bomberos Voluntarios de San Vicente, entidad de la que el Padre Eduardo formó parte como capellán y miembro del cuerpo activo, manejando el autobomba que hoy, lleva su nombre.
Durante el acto se expuso al público la muestra fotográfica que relató la vida de Maffía durante su estancia en San Vicente. Mantegazza entregó al cura párroco de San Vicente, Federico Piserchia, la sotana, la biblia y el maletín perteneciente a Maffía.
El sacerdote había nacido en 1935 en la localidad de Garré en el centro oeste bonaerense, y con tan solo 31 años llegó a Alejandro Korn como ayudante de la Parroquia San Antonio de Padua, donde en 1967 quedó a cargo de la misma como párroco.
En 1975 fue nombrado con ese mismo puesto en la Parroquia San Vicente Ferrer, dejando una huella inconfundible, no solo en la iglesia, sino en la sociedad sanvicentina. Fundó el Hogar Sanvicentino, donde asistió -hasta su muerte- a ancianos y niños que se encontraban en situación de vulnerabilidad.
Los vecinos pudieron disfrutar de una muestra fotográfica que retrataba la vida de Maffía en San Vicente.
La madrugada del 17 de abril de 1982, la comunidad sanvicentina se desayunó con la triste noticia de la muerte de Maffía, en un accidente de tránsito.
Para cerrar esta nota, quiero contar una anécdota que pintaba de cuerpo entero al sacerdote:
Una vez por mes, Maffía visitaba el antiguo Hogar Obrero (hipermercados), donde la empresa hacía donaciones de alimentos al hogar de ancianos y niños que comandaba el cura en San Vicente. Los alimentos donados eran paquetes de fideos o arroz con fallas o latas de aceite de 5 litros con abolladuras, entre otros.
Un vecino ofreció su vehículo para llevar al cura hasta el Hogar Obrero. Una vez en el lugar, junto a un empleado de la firma recorrían el depósito en busca de la mercadería, mientras el cura abollaba a propósito algunas latas de aceite, a las cuales el empleado –sin mediar palabra- cargaba en el carrito.
En el viaje de vuelta, el vecino le preguntó a Maffía, si lo que había hecho no era pecado, a lo que el cura le contestó. “No, pecado es que se me caguen de hambre los viejos y los chicos”.