El adulto, que padeció maltrato en su infancia, sufre consecuencias conductuales, físicas y mentales por el daño recibido. Estas problemáticas traumáticas pueden provocar serios trastornos emocionales y de personalidad, lo que amerita un tratamiento psicofísico integral.
Antes de los cinco años, el desarrollo y funcionamiento adecuado del cerebro del niño o la niña depende de los cuidados y los buenos tratos recibidos. Por este motivo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió al maltrato infantil como los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años.
Esta acepción incluye el maltrato físico, psicológico, el abuso sexual, la negligencia, la exposición a la violencia de pareja y la explotación comercial o de otro tipo, que causen o puedan causar daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño y la niña, así como poner en riesgo su supervivencia, en un contexto de relación de responsabilidad, confianza o poder.
Desde el punto de vista neurológico, el maltrato infantil está asociado a importantes alteraciones del sistema nervioso central, autónomo, endocrino e inmune, lo que ocasiona la producción excesiva de la hormona “cortisol”. Esta hormona destruye neuronas en regiones del hipocampo, que son claves en el proceso de memorización de nuevas experiencias.
A partir de un tratamiento psicológico, el profesional detectará cuáles heridas psíquicas activas a pesar del paso del tiempo, las cuales pueden manifestarse de diversos modos y a cualquier edad. Esta herida psíquica mantiene el mismo padecimiento del sufrido en la infancia, además de perpetuar su dolor y su hostilidad en algún lugar de su inconsciente.
Bajo condiciones facilitadoras, el dolor traumático se reactivará en el inconsciente del adulto en apariencia de síntomas como depresión, ansiedad, pensamientos negativos, estrés, síntomas psicosomáticos, agresividad hacia sí mismo y hacia los otros, conductas impulsivas, adicciones, actos de violencia, prácticas sexuales de riesgo y consumo indebido de alcohol o drogas.
En caso de presentar estos síntomas, la persona deberá recurrir a un profesional que pueda abordar las problemáticas emocionales y de personalidad desde una perspectiva integral, lo que le permitirá mejorar su calidad de vida.