Durante una consulta, Mariana expresó: “Llegué a sentirme tan torpe e insignificante, como Juan siempre me había hecho creer. Cuando pude pedir ayuda, me pude reencontrar con mi imagen y con mi autoestima”.
La violencia ejercida, tanto física como sexualmente, está encadenada a la violencia psicológica, que consiste en maltratos, negligencias, humillaciones, amenazas y comparaciones destructivas que puedan afectar la autoestima de la persona y que perjudican su desarrollo operativo, lo que puede generar depresión.
A través de esta coerción, la mujer se siente desvalorizada y materializada como “una cosa que vale menos” mediante estrategias muy sutiles, como la descalificación, la ridiculización, los desprecios, los insultos, las amenazas y juicios. También pueden darse situaciones de abuso, como obligarla a mantener relaciones sexuales o provocar su aislamiento social.
Es necesario repensar de qué manera los hombres continúan sintiéndose dueños del cuerpo, el tiempo, la sexualidad, la autonomía, el pensamiento, el dinero, el amor, los sueños y la vida de las mujeres.
El acompañamiento profesional en estos casos cumple un rol esencial, ya que la mujer podrá sentirse apoyada y reconfortada en un espacio donde pueda comenzar su tratamiento.