En Argentina, los niños y niñas diagnosticados con el síndrome de déficit de atención aumentaron en forma creciente durante los últimos 10 años. Chicos y chicas medicados, ¿para complacencia de quién? Ellos no sólo imitan las frases que escuchan en la casa sino que además reproducen las frustraciones y las angustias de sus padres y el entorno familiar.
Algunos años atrás, los modelos de crianza establecían cómo debía ser la puesta de límites. En la actualidad, esto se tornó un tanto singular y peculiar debido a que los padres transmiten de un modo inconsciente el cuestionamiento y el respeto a la autoridad.
Como consecuencia, el niño o niña no puede establecer qué se puede y que no se puede, ni tiene claro que significa la autoridad. Para ellos, la autoridad es una entidad confusa, que produce y provoca un choque con la realidad.
Si los padres convocan a los hijos e hijas a participar y a opinar de cualquier tema que sea objeto de la familia, los estamos ubicando en un lugar de coparticipación en vez de dictarles órdenes que deben cumplir.
Se tratará de buscar su colaboración, siempre de buen tono, no enojados; y si esto no resulta, utilizar la firmeza, que facilita posicionar al padre o madre en el lugar de autoridad y no de omnipotencia. Al recuperar ese lugar de autoridad, el padre permite que el niño, niña o joven pueda flexibilizar su pensamiento.
Al hablar en modo cordial, con respeto y autenticidad, sin ironías, el chico colabora y no manifestará reacción violenta, ni berrinche, ni sollozos espasmódicos, al mismo tiempo que construirá una mayor tolerancia a la frustración.